Agua y energía
La fabricación intensiva demanda miles de litros y electricidad en cada etapa de la cadena.
Basurales textiles en el norte de Chile, consumo desmedido y microplásticos. Elegir mejor es urgente.
En el desierto de Atacama se acumulan decenas de miles de toneladas de ropa que el mundo desecha cada año. Gran parte nunca se usó. Las fibras sintéticas no se degradan: liberan microplásticos al aire, al suelo y al agua, contaminando uno de los ecosistemas más áridos del planeta. Esta es la cara oculta del “comprar y tirar”.
Se produce más ropa de la que podemos usar. Cada prenda sintética puede tardar siglos en degradarse y cada lavado libera microfibras que terminan en ríos y océanos. El precio “barato” se paga con agua, energía y explotación laboral.
La fabricación intensiva demanda miles de litros y electricidad en cada etapa de la cadena.
Cada lavado de fibras sintéticas libera partículas que contaminan el ambiente y la cadena alimentaria.
Producción a gran escala con estándares laxos: jornadas extensas, salarios bajos y poca fiscalización.
Materiales nobles como lana, cashmere, lino y algodón son transpirables, reparables y más duraderos. Ayudan a regular la temperatura y no desprenden microplásticos. En contraste, el poliéster acumula calor, puede irritar la piel y perpetúa la dependencia del plástico.
Cada prenda que reutilizas evita agua, energía y CO₂ de una nueva producción. Reparar y alargar la vida de lo que ya existe es una forma concreta de contribuir a la reparación del planeta.
“La prenda más sostenible es la que ya existe.”
No con etiquetas nuevas, sino con propósito. Tu próxima elección puede marcar la diferencia.